miércoles, 28 de julio de 2010

Una visión sobre la Marca Messi.

LIONEL MESSI: EL COSTO DE SER EL MEJORLionel Messi es considerado el mejor futbolista del mundo. Y es unánime. Llegar a ese lugar siempre es un camino sinuoso, pero Lionel lo logró. Mantenerse en la cima no es nada fácil: parecería que todo el tiempo hay que poder demostrar que se es el mejor. Incesantemente, sin relajarse ni un minuto. Todas las miradas están posadas sobre él. Y las expectativas altas también. Por eso superarse es aun más difícil que llegar y que mantenerse.
Lionel vive en Barcelona desde hace 10 años. Es su lugar en el mundo. Es lo que es gracias a este club, donde además, ha ganado todo. Pero ama su país. Ha ganado el mundial sub 20 en 2005 y la medalla dorada sub 23 en 2008. Y hace días jugó el mundial de mayores por segunda vez, pero como figura esta vez, con la 10 en la espalda y dirigido por su ídolo: Diego Armando Maradona. Antes del mundial declaró: “espero hacer en la Selección lo mismo que en Barcelona. Es la oportunidad perfecta para demostrarle al país que puedo hacer lo mismo. La respuesta la voy a dar en la cancha”.
Lio aun no es profeta en su tierra. Críticas desmedidas, cuestionamientos desubicados, comparaciones odiosas lo afectaron. Porque así somos los argentinos. Se instaló en el imaginario social que allí juega mejor que aquí. Y aquí siempre esperamos un Messí-as, un salvador. Tenemos a Dios que nos hablaba a nosotros en la publicidad, a la mano de Dios en el banco de suplentes dirigiendo y al mejor dentro de la cancha. ¿Cómo no íbamos a ser campeones? Nos decíamos desde el exitismo. Como si el fútbol fuese una ecuación matemática. Pero el fútbol es equipo. Y salir campeones del mundo implica una multicausalidad de factores. No es tan fácil. Quedó demostrado una vez más.
Ser el mejor y no ser mediático en el deporte rey, es imposible. El marketing hace que hable en árabe para una cadena de comidas rápidas, que venda autos en China, o que promocione en nuestro país zapatos, calzoncillos o una bebida de edición limitada, entre muchos otros productos. Y encima tiene una novia bonita que no dá notas.
Cuando se esta tan expuesto mediáticamente, cualquiera opina y se dicen muchas cosas inciertas. Recuerdo cuando recién se insinuaba su perfil de crack, que un médico en Italia cuestionó las hormonas de crecimiento que Lio había tomado. No es fácil estar en el ojo de la tormenta. Muchos quieren que le vaya mal o lastimarlo. A no pocos les molesta el éxito del otro. Y ser una megaestrella es estar a merced de que cualquiera diga lo que se le ocurra. Y tolerarlo. Y no engancharse. Por ese motivo desde hace siete meses, una empresa trabaja para cuidar, proteger y recuperar su imagen. Dañada al punto de que le cuestionen que no sabe el himno nacional o que gritó el gol contra Estudiantes en la final del mundo. Y él necesita que lo traten y lo quieran en Argentina como lo hacen en Barcelona, según sus últimas declaraciones.
Con 23 años recién cumplidos, una persona ¿puede estar preparada psicológicamente para soportar el “veneno” del éxito? No es nada fácil. La clave es su entorno. He tenido oportunidad de conocer a su padre y a su madre en el 2004, cuando conocí a Lio en las Selecciones Juveniles Argentinas donde yo trabajaba junto a José Pekerman y su equipo. Y basta ver a los padres y sus valores, para suponer la proyección del hijo. Los padres y los hermanos siempre cuidaron de él. Esto es de público conocimiento. Esa es la clave. Sumado a un muchacho a quien no veo desde el 2006, pero sin dar mayores detalles porque existe el secreto profesional, lo recuerdo tranquilo, buena gente, alegre, humilde, trabajador, perfeccionista. Todo eso colabora. Él se dedica a jugar y no piensa en nada más. Sabe que tiene las espaldas bien cubiertas. Sabe que sus seres amados cuidan “el negocio” , lo que él produce como objeto, como mercancía preciada, como juguete mientras el es jugador, sujeto que toma decisiones dentro de la cancha, donde sabía que podía demostrar, aun en un mundial donde 670 millones de televidentes lo estaban mirando, que es el mejor con los pies. Y que busca la gloria que es duradera y no se conforma con lo efímero de la fama. Es cierto que no aparece en la Selección de FIFA de los mejores y destacados del mundial. Es cierto que en el partido que el equipo más precisaba de su talento (vs Alemania) no pudo aparecer en toda su dimensión. Es cierto que no convirtió ningún gol y allí deberíamos ubicar cuestiones tácticas y psicológicas. Pero que lo buscó, lo buscó. Fue con Villa el jugador del Mundial que más veces pateó a valla rival. Y Lio con dos partidos menos que el español. La diferencia es que Lio el Mundial pasado siendo un solo partido titular y entrando en otros de suplente, anotó vs Serbia con 18 años. Y en este no pudo y Villa convirtió cinco. Sin embargo esa búsqueda es meritoria y hace que Del Bosque, el entrenador de la flamante y admirada España campeona, diga que Messi merecía el premio de mejor jugador del torneo por su búsqueda incesante.
Es cierto que sus rendimientos fueron de mayor a menor como todo el equipo. Es cierto que su actuación en el primer partido contra Nigeria enamoró, ilusionó, encandiló.
Pero hay que decirlo bien clarito. Messi no es Maradona.
Messi es Messi. Nos guste o no nos guste.
Es otra la personalidad. Diferente.
A Maradona como argentinos le hicimos mucho mal. No podemos dejar de mirarlo y de consumirlo. Como si fuese una sustancia. Y si es Dios, lo creamos nosotros. Esperemos que con Messi modifiquemos nuestra conducta. Lionel es demasiado perfil bajo para ser una super estrella. No polemiza, y hoy la marca Tevez o la marca Maradona venden más que la de él. Y como dice el experto en Marketing Alberto Levy “la fuerza de la marca sustenta la fuerza de la Mística, que a su vez sustenta la fuerza de la mente, que sustenta la fuerza de la marca”. Lio tiene fortaleza mental, talento, y mística. Aunque en la Argentina hoy parecería que no alcanza…porque todavía no puede gritar campeón con la Selección mayor, como si lo hace en el Barsa donde es feliz. Aunque en cuatro años, seguramente Lio, tendrás tu revancha.

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